Manuscrito V

Amnesias

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I

Me dijeron, querida,
que ya te olvidaste de mí...
Yo me río
pues sé
que no saben de tu amnesia.
Pero también lloro...
(por dentro, para que no te sorprendas)
porque no supiste cuándo se fue
tu memoria y cuanto te había dicho:
que te amo... y todo lo que te pude escribir...
Sí, lo sé, cuando me reflejaba en tus ojos todavía.

II

Hoy vine a buscarte
para ver si te encontraba
en esa banca.
Vine sin avisar, sin más.
De ningún modo
quisiera perderme del placer
que significa ver tus ojos,
motivo suficiente,
pero no más que el de volver a escucharte,
cuando aún hablabas...
Hoy,
como todos los días,
me olvidé de que ya no vienes a este jardín,
que ya no te escucho,
tampoco te veo,
ni me ves...
pues tus ojos
hace tiempo que se cerraron.

III

Ahora escribes para todos,
y hay cien que pretenden tus versos,
también tu boca.
Hay mil que te mandan regalos todos los días,
y todas las noches...
Los perfumes,
las joyas,
los viajes,
los premios,
y los amores,
lo que siempre soñaste.
Pero nadie conoce
al que te escribe estos versos,
al que espera paciente,
al que recuerda tus promesas
de que solo te irías por un tiempo,
al que no olvida tu nombre
aunque tú
ya lo hayas olvidado.

IV

La memoria es un arma de doble filo:
¡Qué gracia la de los peces!
¡Qué desgracia la de los elefantes!
¿O es al revés?
¡Da lo mismo!
Depende de qué hay en esa memoria:
olvidar lo malo es bueno,
recordar lo bueno... es malo,
sí,
porque todo lo bueno tiene un final,
y no es bonito
saber que te perdí.

V

...


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