Manuscrito V

Aporía de un cazafantasmas I

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El horizonte de la crítica en los márgenes de la posmodernidad

La rebelión más elemental expresa, paradójicamente, la aspiración a un orden.
―Albert Camus, El hombre rebelde (1951)

Introducción

¿Crees en los fantasmas? ¿Los has visto alguna vez? Yo sí. Cada vez que leo me los encuentro rondando por todas partes del texto reclamando justicia. Y es que han sido asesinados o, mejor dicho, fueron sepultados vivos por la corriente iconoclasta, nihilista del río de la posmodernidad. De este modo, Dios (o la trascendencia) fue el primero en caer. Luego le siguieron el sentido, las convicciones éticas, el autor y, tal vez, el propio ser humano, según sugiere Foucault en Las palabras y las cosas1.

Yo no quiero ser pesimista, pero por allí veo a la crítica remojando sus barbas. Incluso, si queremos sentirnos desamparados, hace poco vi a un sepulturero cavando una fosa para la literatura. ¿Lo ves? Porque cuando un crítico se enfrenta a una obra, ¿qué le queda ante tal cementerio? Dependiendo el caso, solo parece que le quedan vivos el interés editorial, el programa ideológico de turno o el refugio de su propio ego. Y luego vienen las tinieblas. Porque esto no se queda en el arte sino que pronto veremos literalmente morir a la especie humana.

Todo este funeral tiene una razón de ser, claro está, pero, si estamos en la posmodernidad y esta nos dice que ha llegado el fin de la historia y el sentido de la vida, ¿qué sigue? ¿Es esto el fin de todo?

Estas y otras dudas más me surgieron hace unos años cuando asistía a las clases de crítica literaria, que más que ser solo eso, llegaron a ser una crítica de la cultura y la política. Lo digo francamente: Mi maestro supo darme una buena bofetada a la conciencia aquel día que planteó que esta época podría ser el fin de todo, el Apocalipsis. Pero no te asustes ni te alarmes por el «golpe». No estoy en contra de este tipo de violencia intelectual. Al contrario, eso despertó mi curiosidad y me llevó a preguntarme:

¿De verdad vine a estudiar Letras Hispánicas para acabar encerrándome en un mundo imaginario de libros y envolverme en el halo sagrado de los sofismas de la teoría estéril? ¿De verdad quiero ser solo un ratón de biblioteca, de cubículo o de poltrona?

Está genial luchar por ese y otros ideales si eso es lo que satisface a nuestros espíritus. Pero ¡que no se amontonen los luchadores, por favor! Porque no queremos a todo el mundo viviendo encerrado en su propia realidad virtual, como pareciera suceder ahora cada vez que, en lugar de mirar a los ojos humanos y desentrañar ese lenguaje primordial ajeno a símbolos e iteraciones, bajamos la vista al intelfón para mirar el mundo a través de ventanas con filtros de placer sucedáneo y efímero.

Y si vamos a embriagarnos de libros hasta volvernos locos, que sea, al menos, para ser nuevos quijotes con la osadía de salir a enfrentarse a los molinos de viento del mundo de hoy. Solo no olvidemos acompañarnos de un buen escudero que estabilice nuestra razón de vez en cuando para no morir en el intento atrapados en las trampas de la posverdad.

Pues bien, ya he divagado bastante. Creo que es hora de comenzar.

¿Qué papel tiene la crítica en la posmodernidad? ¿A qué retos se enfrenta ante la deshumanización del arte y el individualismo malsano que pone la subjetividad como la norma de evaluación de la realidad? Aquí haré una reflexión surgida a partir de la lectura del cuento de Henry James «La figura en la alfombra», sobre las metas de la crítica literaria en nuestros días.

Actualmente existen diversos obstáculos que la crítica debe afrontar en su acercamiento al texto literario. Si, como anuncia el posestructuralismo, no hay una lectura correcta de la obra, ¿qué sentido tiene buscar una intención y un principio fundamental en ella? Por otro lado, la mercantilización de la literatura y la subordinación de la crítica a los intereses capitalistas de consumo atentan contra la trascendencia del arte. Además, pervive el escollo de cierto tipo de academicismo que acaba transformando los estudios literarios en un gueto que esteriliza la literatura y le cierra las puertas a su función social.

Hoy, el crítico debe tomar una decisión crucial si quiere validar y hacer útil su trabajo: o dejarse llevar por la corriente ante esas tensiones o reconfigurar la crítica y encauzarla hacia el estudio del fenómeno humano y la esfera de la cultura.

Se trata de hacer más eficiente esa labor para que la crítica salga del texto dotándola de herramientas que la hagan más objetiva, pero al mismo tiempo más consciente de la realidad humana. Es por ello que esta reflexión presenta también el planteamiento de un proyecto que busca integrar diferentes perspectivas científicas, filosóficas y artísticas para configurar una nueva crítica humanista cuyo objetivo sea el estudio del ser humano como centro y vector del sentido de la obra en un sistema cultural complejo y dinámico. De esta forma, se alienta la dialéctica y la apertura de la crítica como un agente científico de cambio.

(Continuará)


Littera Vestigans


  1. «El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin».