De amor elegiste vivir por la fe:
«Hágase», que nazca la carne del Verbo,
brújula y camino al Dios verdadero.
Trajiste esperanza después del Edén.
Herido de espada tu fiel corazón,
lágrimas y gozo, torrente y testigo,
símbolo y refugio, aurora y destino,
amó hasta el extremo al gran Salvador.
Bendita entre todas, pureza sin par...
Ángeles y hombres contemplan tu senda,
cúspide de gracia y santa promesa;
modelo de vida tú siempre serás.
Tus ojos son puertas a un áureo jardín
místico que encauza la voz del humano.
Trémulos, ahora se cierran orando,
y el Aire te arrulla pues vas a dormir.
El velo del sueño ya cubre tu faz,
diáfana y silente cual plácido río...
tránsito a lo eterno, verás a tu Hijo
y al Cielo las flores jamás faltarán.
El Padre te asume por tu plenitud,
hálito que en cuerpo y en alma te eleva:
cósmica corona docena de estrellas,
el astro más bello te viste de luz.
La villa en tu nombre es un manantial,
cántico que fluye en la tierra fragante.
Cálidas las aguas tan claras del valle
reflejan tu imagen y son mi ciudad.
Mirada que ama, que lleva al Creador,
México en su centro te guarda por siempre...
Júbilo en el Cielo, ¡y en Aguascalientes
se celebrará tu gloriosa Asunción!
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