Manuscrito V

Manos

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Me inclino ante quien tiene el loto en sus manos,
con cara sonriente,
y que otorga la fortuna,
cuyas manos están preparadas
para rescatar a cualquiera del miedo...

―Canto sánscrito

¿Y qué diré de sus manos?

Unas manos únicas, un altar...
Aquellas que me extrajeron de las tinieblas de la inexistencia
y me mostraron al sol para darme la inmortalidad.
Son alas que revolotean en mi cabeza
para disipar el sueño de lo real.
Son mantras que me elevan
al monte de la paz,
donde nacen los ríos de inspiración que a mi espíritu alimentan.

Son columnas que me sostienen
ante las olas de furia y los vientos.
Unas manos que finamente
fueron esculpidas por el tiempo,
dibujadas con argénteos pinceles
de azul profundo y cielo.

Hoy recuerdo el día de su naufragio,
cuando se sumergieron en mi esencia, en mis abismos.
En un eco del profundo espacio,
como un canto antiguo,
triste y lejano,
moldearon la carne de un hijo,
el ser que soñaron
a la luz de un espejismo.

Su sacrificio me forjó:
me hizo humano que sangra,
ríe, llora y espera redención.
Ellas son lo que mi espíritu exhala,
en un grito de júbilo y dolor,
por encontrar la respuesta a la nada,
por escuchar en el Punto Omega su voz,
por que al final del caos volvamos a casa.

Su extensión en mi materia es infinita
y cubren los vastos mares de la memoria.
Atizan la hoguera que dentro mío palpita
y merodean en mis luces y en mis sombras.
Son las manos que me resucitan,
manos de mi madre, manos de mi autora.


Homo Vagans | El vértigo de la vida